Quien renuncie a conseguir por sí mismo lo que necesita para vivir no podrá defender su libertad frente al que se lo proporcione.
Hay españoles que, si no han perdido ya su libertad, están en peligro de que se las reclame el Estado, al que ellos mismos reconocen que deben su sustento.
Solo el 14,5 por ciento de los cordobeses--los que creen que el bienestar de su provincia se basa en actividades económicas de iniciativa privada—confían en el propio esfuerzo como forma de vida.
Los demás, según datos del Barómetro de Opinión Pública de la provincia, creen que son los subsidios y las ayudas estatales los pilares de su subsistencia.
Fernando Expósito, vicepresidente de la Diputación cordobesa, reveló que el 34 por ciento de los cordobeses atribuían a los subsidios del Plan de Empleo Rural (PER) la gracia de su bienestar.
Otro 20 por ciento identificó sus ingresos con las subvenciones europeas de la Política Agraria Común.
Los datos revelados por Expósito confirman el cambio que se ha venido operando en Andalucía de forma tan paulatina y gradual que sorprende la revolución que ha significado en la relación del ciudadano con el Estado.
Originalmente, el Estado se sustentaba en la sociedad civil independiente de la burocracia gubernamental, de la detraía la financiación necesaria para los servicios públicos que prestaba al conjunto de la población.
El Estado, como parásito de la sociedad civil, era tan vigoroso como próspera fuera la sociedad de la que se nutría.
Era el Estado una herramienta que la sociedad utilizaba para conseguir con mayor eficacia los fines a los que aspiraba, y adecuaba los medios que ponía a disposición del Estado al cumplimiento de los proyectos que le encomendaba.
Pero una dejación de su responsabilidad de supervisión y un simultáneo apetito del Estado por asumir las funciones de las que la sociedad hizo dejación ha alterado el equilibrio original.
De herramienta al servicio de la sociedad civil que lo había creado, el Estado ha evolucionado a sistema organizativo de la propia sociedad, a la que ha fagocitado.
La sociedad tenía derecho a exigirle eficacia al Estado porque lo financiaba pero, si las funciones se invierten y los propios ciudadanos reconocen que es el Estado el que los sustenta, pasan a ser instrumentos del Estado que nació como herramienta de la Sociedad.
Sin que nadie se haya percatado, en ésta Córdoba de las culturas emanadas de las tres religiones del libro, ha triunfado una revolución más honda que la marcada por la caída del muro de Berlín o por la huida de los dictadores laicos de países musulmanes: ha resucitado el comunismo.
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