Si
hubo algún hombre nacido para ser leyenda fue Álvaro Obregón: se alzó con
Francisco Madero para acabar con el régimen de Porfirio Díaz nueve veces
presidente de México entre 1876 y 1910.
Apoyó
después a Venustiano Carranza contra Victoriano Huerta, que había derrocado a
Madero y, antes de acceder a la presidencia del país en 1920, tuvo tiempo de
enfrentarse a Emiliano Zapata y Pancho Villa, al que derrotó en Celaya, en una
batalla que le costó un brazo.
Quien
participó en revoluciones y cuartelazos toda su vida murió de un tiro disparado
en un restaurante de la capital, por un pistolero de la última revolución
mexicana, la de los cristeros, alzados contra el laicismo del sucesor de
Obregón, Plutarco Elías Calles.
Nadie
hubiera podido imaginar que el presidente y general mexicano Alvaro Obregón sea
menos recordado por los miles de escaramuzas, batallas e intrigas en que
participó que por una frase con que pasó a la historia: “no hay general, que
resista un cañonazo de 50.000 pesos”.
Hay
asociaciones de ideas que carecen de ilación plausible entre la preocupación
del pensante en un momento determinado y el recuerdo de algo hasta entonces
olvidado y que, sin motivo aparente, la memoria recupera.
Cuando
recordé la historia del manco Obregón y de su antecesor Venustiano Carranza, cuyo
asesinato causó tanto impacto que, para decir que mataron alevosamente a
alguien se dice que “lo carrancearon”, mi pensamiento nada tenía que ver con la
revolución mexicana.
A lo
que en ese momento le daba vueltas mi mente, y ya estaba dispuesto a admitir
que soy animal racional solo porque tengo apariencia de ser humano, era a la prometedora historia de la mafia china desarticulada y la prisión y puesta en libertad posterior de su influyente jefe.
Me preguntaba, y no encontraba respuesta satisfactoria, qué preocupación tan profunda afectaría al juez para que confundiera horas y fechas con tan mala fortuna que su amnesia desencadenó la liberación del millonario chino.
Nada, como se ve, tiene que ver la historia del juez amnésico, el chino encarcelado y la puerta cerrada que se abre con la revolución mexicana, Venustiano Carranza, al que "carrancearon" ni con el manco Obregón, que derrotó a Pancho Villa y lo recuerda la Historia por decir que "no hay general que resista un cañonazo de 50.000 pesos".
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