El negro
cielo, cóncavo y distante,
enjoyado
por chispas de luceros
crujía
en los albores mañaneros
como
vidrio cortado por diamante.
El
hálito de un céfiro anhelante
estremeció
los chopos del sendero.
Fué el
gélido adiós de aquel febrero
y
profeta de un sol vivificante.
Gritó
un alcaraván.Su grito era
el gozo
por la inminente primavera
que
alborota su sangre adormecida.
y deja
en libertad su instinto eterno:
el
anhelo de la hembra presentida
en el
limbo sin fin del largo invierno.
Marzo 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario