Algo huele a chamusquina en
Palma del Río, y el tufo no viene de la borla del gorro de dormir del Tío
Frasquito, el personaje chusco de la soberbia obre costumbrista del Padre
Coloma “Pequeñeces”de la que, sin saber por qué, sigo acordándome pese a
haberla leido hace 57 años.
Si no del fuego, ese olor
revelador de que algo se está quemando procede, aunque parezca mentira, del
agua.
Concretamente, de las aguas
residuales y, para ser más exacto, de su depuración y tratamiento.
La cosa es que el alcalde de
Palma del Río, recién inaugurada la administración del Partido Popular en la
empresa Emproacsa, decidió rescindir el acuerdo que desde los largos transcurridos
desde que la administraba el Partido Socialista, tenía concertado con el
ayuntamiento de Palma.
Emproacsa es una empresa
creada para colocar una nómina abultada de paniaguados políticos.
Su razón de ser legal es negociar y firmar
contratos con empresas de verdad,para que traten y depuren aguas residuales en
pueblos de la provincia.
Ejemplo de eficacia: Emproacsa
pone el cazo por el esfuerzo de concertar entre los que necesiten y paguen un
servicio y quienes lo presten y cobren.
Evidentemente, en el cambio
de manos de ese dinero está la ganancia de Emproacsa.
Los motivos del alcalde para
prescindir de la intermediación de Emproacsa se demostraron acertados y eficaces:
gestionando por su cuenta el tratamiento y depuración de aguas residuales se
han ahorrado 240.000 euros en el pasado año.
Y ahí es donde el olor a
chamusquina empieza a percibirse porque, si fuera de Emproacsa es más barato
tratar las aguas residuales del pueblo, ¿para qué volver a pagar más si se
puede seguir ahorrando?
Los maliciosos, que abundan
casi tanto como los corruptos en España y, en consecuencia, en ésta parte de
España que es Palma del Río, apunta la razón de esa evidente sinrazón: a cambio
de volver al seno de Emproacsa, ahora administrada por el Partido Popular, los
representantes de ese partido permitieron la semana pasada la aprobación de las
ordenanzas municipales y dejarán que salgan adelante los presupuestos municipales.
Todo quedaría aclarado, todos contentos y es
que, por muy catetos que podamos ser los de éste pueblo, hasta el palmeño más
torpe arregla relojes.
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