Memorable este día 19 de Junio no
sólo, aunque también, porque haya rejuvenecido la Jefatura del Estado sino,
sobre todo porque, desde anoche, los aficionados españoles al fútbol nos
sentimos seis u ocho años más jóvenes.
Hemos vuelto a los ya casi olvidados
tiempos en los que la selección española de fútbol anterior al tiki-taka perdía
porque su juego consistía en mandarle balones al Julio Salinas de turno para
que los despejaran los defensas contrarios.
Esa manera de jugar y la mala
suerte, que se repartían al 50 por ciento la culpa de los fracasos, permitía
que una mayoría de españoles nos identificáramos con unos compatriotas que
fracasaban también, aunque vestidos de futbolistas.
Después, y tan de improviso como
una tormenta con pedrisco que destroza la cosecha, llegó el invento futbolero
de controlar el balón, dejar sin Salinas peleones a la delantera y sacar el
balón controlado desde la defensa para que, con recochineo, un enanito
habilidoso la empujara a gol.
Fueron años aparentemente felices
pero que, en realidad, no lo eran porque, ¿cómo podía sentirse identificado un
español que perdía hasta el trabajo con unos tipos que ganaban hasta la Copa del Mundo?
La autosatisfacción, tan contraria
a las raíces más hondas de los españoles, empezó a germinar y unos aficionados al
fútbol cansados ya de ganarlo todo sin un mocetón plantado en la defensa
contraria en la posición del delantero centro clásico, se empestiñó en exigir
uno, preferiblemente no español, para ganar de manera diferente a la empleada
hasta entonces.
En el fondo,y subconscientemente,
de lo que se trataba era de igualar en el fracaso a todos los españoles ya que,
para ser iguales en el éxito, todos hubiéramos debido trabajar igual y
demostrar el mismo talento.
Hacía falta también algo de mala
suerte para que la selección española de fútbol recuperara el hábito de perder
que la identificara con el carácter nacional.
Llegó: fue el día en que los
médicos dictaminaron que Diogo Costa estaba en condiciones de jugar y lo hizo
tan bien que, cada vez que los defensas contrarios despejaban el balón al que
quería llegar, lo confundíamos con Julio Salinas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario