lunes, 9 de junio de 2014

NADAL

    Los elogios al esfuerzo personal de Rafael Nadal como explicación de sus triunfos encubren el cinismo de los que aplauden o la pérdida general de la congruencia entre lo que se dice y lo que se hace.
Porque, ¿cómo es posible que una sociedad como la española, que con tanto entusiasmo se ha apuntado a la vida birlonga elogie, el esfuerzo sobrehumano de Nadal?.
En esta España en la que los más viven de la apropiación de las plusvalías que generan los menos, Nadal es un mal ejemplo.
Y para que no se multiplique el número de nadales, es urgente poner remedio fiscal para disuadir a los que intenten imitar al tenista.
Si, como se dice, la retribución monetaria que consiguió ayer al ganar la novena Roland Garrós asciende a 1.300.000 euros, debería pagar a Hacienda todo lo que exceda al equivalente del salario mínimo durante los dias que haya durado la competición.
Lo que así recaude el Estado debería repartirse entre todos los ciudadanos que, por las condiciones abusivas impuestas para poder participar en el torneo, no pudieron hacerlo.
Hay que poner pié en pared antes de que el nocivo efecto Nadal se propague y parezca normal que cada cual gane según sus méritos y rendimientos. Fascismo puro.

   

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