martes, 1 de julio de 2014

DEMOCRACIA



    Desde mucho antes de que pasara a la mejor vida que le deseaban los antifranquistas y que el interesado se resistió heroicamente a aceptar, los españoles no paran de hablar de democracia, de la que saben tanto como de la metempsicosis.
   Deben saber, ante todo que  decir lo que uno quiera, vivir donde uno quiera, leer lo que uno quiera o sintonizar el canal de televisión que uno quiera  no es democracia.
Es imposible porque, si dices lo que quieras puede ofender a quien lo oiga y plantearte un pleito, no puedes vivir donde quieras porque también otros pueden tener el mismo gusto ni sintonizar el canal que quieras, a no ser que pagues lo que te piden por lo que después no cumplen.
   Tampoco, y sobre todo, tampoco es democracia votar periódicamente o cuando  sea convocado a las urnas, para escoger entre desconocidos al que prefieras que te mande.
   La democracia, la libertad, la igualdad, la ausencia de dolor o la felicidad no existen: son aspiraciones del ser humano tan utópicas como la ubicuidad, que consiste en estar hablando por teléfono desde Villanueva del Trabuco con tu primo que está en Australia y, aunque sigas a 20.000 kilómetros de tu primo, también estés a un metro de donde está contestando tu llamada.
Además de utópica, la democracia es antinatural porque el procedimiento por el que se llega a escoger de entre todos al que le mande a todos consiste en que los que menos saben elijan al que crean que sabe más y, por lógica, todos los electores están convencidos de que el mejor es el que cree que más se parece a él.
Inevitablemente, y como abundan más los tontos que los listos, el electo representará el término medio consensuado tácitamente por los tontos.
Los bichos, que por carecer de inteligencia siguen los impulsos de su instinto para perpetuarse como especie, son gobernados por el más fuerte, hasta que lo reemplace otro que lo supere.
Así, en realidad, sigue ocurriendo ahora por mucho que se elogie al sistema de elección de dirigentes políticos.
Aunque sin necesidad de violencia física en la mayoría de los casos, el que manda en democracia es el que con la astucia, el esfuerzo, las alianzas interesadas, la traición o el engaño ha ido eliminando sistemáticamente a los oponentes declarados o disfrazados de aliados, que estorben su camino hacia el poder.
Era igual de violento que ahora, pero mucho más entretenido, el sistema por el que, con ayuda de un criado, un rey apuñalaba a su hermano para ceñirse su corona.
Y, visto que eso de la democracia es una forma de enmascarar la inevitablemente violenta lucha por el poder, vale más hablar de la metempsicosis y discutir si es o no verdad que el ser humano está compuesto de alma, espíritu y cuerpo.

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