Desde mucho antes de que pasara a la mejor
vida que le deseaban los antifranquistas y que el interesado se resistió
heroicamente a aceptar, los españoles no paran de hablar de democracia, de la
que saben tanto como de la metempsicosis.
Deben saber, ante todo que decir lo que uno quiera, vivir donde uno
quiera, leer lo que uno quiera o sintonizar el canal de televisión que uno
quiera no es democracia.
Es imposible
porque, si dices lo que quieras puede ofender a quien lo oiga y plantearte un
pleito, no puedes vivir donde quieras porque también otros pueden tener el
mismo gusto ni sintonizar el canal que quieras, a no ser que pagues lo que te
piden por lo que después no cumplen.
Tampoco, y sobre todo, tampoco es democracia
votar periódicamente o cuando sea
convocado a las urnas, para escoger entre desconocidos al que prefieras que te
mande.
La democracia, la libertad, la igualdad, la
ausencia de dolor o la felicidad no existen: son aspiraciones del ser humano
tan utópicas como la ubicuidad, que consiste en estar hablando por teléfono
desde Villanueva del Trabuco con tu primo que está en Australia y, aunque sigas
a 20.000
kilómetros de tu primo, también estés a un metro de
donde está contestando tu llamada.
Además de
utópica, la democracia es antinatural porque el procedimiento por el que se
llega a escoger de entre todos al que le mande a todos consiste en que los que
menos saben elijan al que crean que sabe más y, por lógica, todos los electores
están convencidos de que el mejor es el que cree que más se parece a él.
Inevitablemente,
y como abundan más los tontos que los listos, el electo representará el término
medio consensuado tácitamente por los tontos.
Los bichos,
que por carecer de inteligencia siguen los impulsos de su instinto para
perpetuarse como especie, son gobernados por el más fuerte, hasta que lo
reemplace otro que lo supere.
Así, en
realidad, sigue ocurriendo ahora por mucho que se elogie al sistema de elección
de dirigentes políticos.
Aunque sin
necesidad de violencia física en la mayoría de los casos, el que manda en
democracia es el que con la astucia, el esfuerzo, las alianzas interesadas, la
traición o el engaño ha ido eliminando sistemáticamente a los oponentes
declarados o disfrazados de aliados, que estorben su camino hacia el poder.
Era igual de
violento que ahora, pero mucho más entretenido, el sistema por el que, con
ayuda de un criado, un rey apuñalaba a su hermano para ceñirse su corona.
Y, visto que
eso de la democracia es una forma de enmascarar la inevitablemente violenta
lucha por el poder, vale más hablar de la metempsicosis y discutir si es o no
verdad que el ser humano está compuesto de alma, espíritu y cuerpo.
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