El enjuague
político que en España llaman democracia (confundiendo el deseo utópico con uno
de los sistemas para lograrlo) está a punto de expirar por el agravamiento de
las taras con que nació.
Ahora, para mantener
artificialmente su vida, los mismos que lo degeneraron proponen regenerarlo, en
un intento de prolongar el saqueo de la desencantada sociedad española.
Sería un hecho
sin precedentes porque a todo sistema político agotado por la ineficacia y la
corrupción, como el español, lo ha sucedido otro provocado por algún acontecimiento
violento (revolución, perdida de territorio o desaparición de dictador).
Además de
imposible, si alguno de los que han corrompido el actual sistema político
español participara en su regeneración, esa nueva democracia tampoco lo sería
de verdad.
Todo sistema
político debe tener en cuenta el grado de evolución social del pueblo al que se
aplique y el español todavía no ha aprendido que un régimen de derechos
individuales solo es posible si los ciudadanos están dispuestos a aceptar la responsabilidad individual por el
ejercicio fraudulento de esos derechos.
El español es
y sigue siendo un pueblo tutelado por alguien o algunos que, con el poder,
ejercen la tutela sobre los ciudadanos.
Hasta que los
que mandan no renuncien a tutelar a los que obedecen para que cada individuo
asuma su responsabilidad en procurarse trabajo, salud, educación, vivienda y
otras necesidades básicas sin recurrir al gobierno, el pueblo español estará más
cómodo si lo gobiernan razonablemente sin consultarlo que si lo consultan para
formar un gobierno, cuyos errores no admitirá como consecuencia del error de su
elección.
Un síntoma que
podría indicar la disposición del pueblo español a autogobernarse podría ser el
cambio de la queja “éste gobierno al que voté me ha engañado” por la admisión “me
equivoqué al votar a éste gobierno”.
Y para ese
cambio todavía queda mucho.
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