Suele considerarse
tontería lo que dice o hace un tonto, el individuo-a que piensa, habla y actúa
sin sentido.
¿Y hay
tontería más rotunda que proponer que un número indeterminado de individuos,
cada uno diferente del otro, pueda coincidir en decisiones que satisfagan a
todos?
La hay: la de
que en esa masa amorfa de individuos en la que el número de tontos es superior
al de listos, la opinión de los primeros tenga el mismo valor que la de los
segundos.
Pues a esa insensatez
es a la que los tunantes que la inventaron y la manejan en España llaman
democracia.
Como es
natural, sus inventores son los más fervientes defensores de la idoneidad del
invento para unos ciudadanos a los que, seguramente, les importará más ser bien
gobernados por alguien en cuya elección no hayan intervenido que mal gobernados
por desconocidos entre cuyos nombres eligieron.
No es que los
gobernantes que lleguen al poder por sí mismos sean mejores o peores que los
electos: son todos iguales porque en ambos casos solo los mueve el éxtasis
embriagador de quien, sabiéndose tan tonto como cualquiera, recibe los elogios,
los halagos, las sonrisas, los privilegios y la risa por sus chistes como si
fuera superior a los demás.
Y no hablo del
dinero porque un tío que se sienta superior a los demás, como se sintieron los
apóstoles en el Tabor, si lo que lo hiciera feliz fuera ser más rico, sería un
individuo despreciable, que quizá lo sea.
¡Y qué
terrible fascinación tienen para los desconocidos los que vemos permanentemente en televisión, leemos
sus nombres en los periódicos y oímos sus sabias opiniones en las radios!
Hasta la
dudosa popularidad del criminal o el ladrón fascina al condenado al anonimato.
En éstos tiempos de exposición pública a la
curiosidad de los demás, ser popular es una meta a la que es lícito llegar a
través del sexo publicado, del escándalo familiar divulgado y del insulto innecesario.
En ese mundo
de tunantes populares, los políticos electos o elegibles son la aristocracia de
los tunantes. Pero son tan tunantes como la chusma de la clase a la que
pertenecen.
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