Ahora resulta que han metido en la cárcel por
haber sido malo a Francisco Granados, que hasta hace nada daba doctrina en televisión
para que la gente fuera buena y no mala.
Granados era,
cuando predicaba lo que no cumplía, un destacado dirigente del
Partido Popular y de la Comunidad Autónoma
de Madrid.
Pasan los políticos
a la cárcel con la misma naturalidad con que los versos de Lope de Vega pasaban
de las musas al teatro y esa progresión inevitable tiene una ventaja para los
jueces: encarcelar a todo el que anuncie que aspira a un cargo electo.
Se evitaría así
esperar a que cometan el delito al que están predestinados los que amenazan que
quieren vivir de la política, pero saldría
perdiendo la sociedad porque tendría que pagarles alojamiento, comida, atención
sanitaria y otras minucias a las que tienen derecho gratis los presos.
Se me ocurren
dos remedios para éste mal, uno democrático, civilizado y respetuoso de los
derechos humanos y, el otro, radical y una miajita fascista o comunista, que
son la misma cosa llamada de distinta forma:
1.- Que los
que vivan del cuento no lo hagan mediante elección democrática, sino por el
procedimiento todavía más democrático del sorteo de su nombre entre todos los
del censo, sin limitación de edad. (No puede hacer más tonterías un niño que
muchos de los políticos electos que hemos padecido)
2.-Que los que demuestren veleidades políticas sean
llevados al Monte Taigeto de la cordillera de los Pentadáctilos y despeñados. Se
conseguiría así librar a la población de parásitos, como los espartanos se
libraron de débiles mentales y físicos entre su población. (Una especie de
aborto por malformación comprobada en lugar del aborto legal actual por malformación
sospechada).
No hay comentarios:
Publicar un comentario