Ya la romántica
España
de bandoleros
y santos
de toreros y
mendigos,
la de quijotes
y sanchos,
no es más que la
fantasía
de algún necio
iluminado.
En los campos despoblados
que el viajero
atravesaba
siempre temiendo
el atraco,
ahora se alzan
barrios,
chalets y
urbanizaciones
con piscinas,
paddel, tenis
todo verde y
arbolado,
con que el
vivo que los hizo
pegó el gran pelotazo
y, aunque
repartió dinero
a alcaldes y
funcionarios
vive ahora
como un cura
de los de misa
y rosario.
--Por lo que usted
dice, entonces,
esos ladrones
de antaño
de trabuco, jaca y manta
que aguardaban
emboscados
a que pasara
un incauto
para así
desvalijarlo,
siguen vivos y
bien vivos
aunque
atraquen en despachos.
--Así es ¿por qué negarlo?
Una España sin
ladrones
sin pillos, curas
ni santos
sería un país sin
Historia
normal, aburrido,
honrado.
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