Se queja mi
amiga Paqui, y con más razón que la santa que es, de que solo lee y oye lo mal que está España
y las sinvergonzonerías de los sinvergüenzas que las hacen, sin que nadie
escriba o hable de la gente y las cosas buenas que hay.
El año 2013
visitaron España 60.600.000 turistas extranjeros y, si más de sesenta millones
de personas vinieron a pasarlo bien en España es porque no se pasa tan mal aquí
como se quejan los siempre descontentos españoles.
Los emigrantes
son pobres, pero no tontos y ,si hacen cola y se juegan la vida para poder
entrar en España y quedarse en ella es porque cualquier precio que haya que
pagar es barato.
¿Cómo es
posible que en España se viva mal. si ni en la calle más angosta de la aldea
más apartada se encuentra un lugar donde poder aparcar el coche?
El teléfono
celular o móvil, que con el coche se considera signo de bienestar de las
sociedades avanzadas, adorna las orejas del noventa por ciento de los mismos
españoles que se quejan de que el país es un desastre.
El paro, el
abandono escolar, la atención sanitaria, la confortabilidad de las viviendas y
otros indicadores de la satisfacción de los habitantes de una ciudad, región o
país colocan a los habitantes de Andalucía como los más desafortunados.
Nada más falso:
la televisión, que refleja más fielmente la realidad de la sociedad que todas
las cifras y datos estadísticos, demuestra que el andaluz es un pueblo que ríe
y canta.
Pongan a
cualquier hora del día o de la noche cualquiera de los tres canales de la
televisión autonómica andaluza: a un programa de cante y baile seguirá otro de
cuentachistes, infantiles, adultos o viejos, citas de ancianos que buscan pareja con las que
compartir las alegrías de la vida o
cocineros que muestran cómo aderezar las suculentas carnes, pescados,
hortalizas y frutas de la tierra.
La televisión
andaluza, en la que abundan bellas señoritas con uniforme de flamencas y
gentiles caballeros que no escatiman chistes y gracias, es una muestra de que
Andalucía es una tierra de personas felices y alegres y no de los siesos
esaboríos que dicen las estadísticas.
Llevan un
tiempo los que hasta la nieve la ven negra en que les ha dado por decir que
todos los políticos roban, mienten y, en vez de a solucionar los problemas de
los votantes, se dedican a la vida birlonga.
La falacia cae
por su propio peso: si político pudiera ser cualquiera, y a todo el mundo le
gusta vivir bien, robar sin que te pillen y no dar un palo al agua para gozar de
las mieles de la vida, todo el mundo se dedicaría a la política.
Que la política
es una ocupación difícil y sacrificada lo demuestra que menos del cinco por
ciento de los ciudadanos ocupan cargos electos o enchufados por los que
desempeñan cargos electos.
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