Si se pondera
desapasionadamente, hay españoles que tenemos problemas con la corrupción y necesitamos la benevolencia de otros hispanohablantes para resolverlos.
Aclaro: no se
trata de acabar con el hábito instintivo de apoderarse de lo que no le pertenece
al que se encuentre en situación favorable para hacerlo. Mientras el ser humano
exista, caerá en la tentación de quedarse con lo que no es suyo.
Se trata de
evitarnos sonrojos a los hispanoamericanos, gallegos y andaluces, los pueblos
que menos maltratamos el castellano, por la manera de pronunciar la palabra
corrupción.
Gallegos,
andaluces e hispanoamericanos somos los que mejor usamos en castellano porque jamás
caemos en laismos o leismos ya que, instintivamente, identificamos si un verbo
es transitivo o intransitivo y, en consecuencia, requiere complemento directo o
indirecto.
Los que
maltratan el idioma usando leismos o laismos, como el cocinero loco emplea la
sal, coinciden con los que lo pronuncian de una manera que está de moda y se
ríen de los que usamos más correctamente que ellos el idioma, aunque
pronunciándolo a nuestra manera.
Propuesta para
acabar con el conflicto: que ellos usen el castellano tan bien como nosotros si
quieren que nosotros lo pronunciemos como ellos o, todavía mejor, que cada cual
haga lo que quiera. Cada uno en su casa, y Dios en la de todos.
Para eso, se
propone que se acepte la pronunciación que los gallegos aplican naturalmente a
las palabras que contengan dos consonantes seguidas, una barbaridad que
requiere un esfuerzo excesivo.
Así, corrupción
podría ser corrucion, instar, istar, coaccionar, coacionar y abyecto, ayecto.
No por ello
conseguiremos subir el PIB el año que viene, pero en 2015 podría iniciarse una
era de tolerancia y concordia entre los que pronunciamos de distinta forma un
mismo idioma.
Y los corrutos o
corruptos que no se preocupen porque la solución propuesta para no meter la
pata al hablar les permitirá seguir metiendo la mano al robar.
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