Cuando meten
en la cárcel a algún personaje, como parecía estos días que iban a hacer con
Rodrigo Rato, una ráfaga de alivio estremece a los españoles como el soplo del
viento hace ondular el trigo ya granado.
Si no es por
el natural placer de que al que nos hemos acostumbrado a que sea elogiado lo
veamos ahora vituperado, no lo entiendo.
Y, en cierto
sentido, es todavía peor si el famoso abatido fue hasta ese momento un político
aclamado.
Porque, ¿qué
termina ganando y empieza perdiendo el que se alegra de un hecho semejante?
No gana nada de
lo que el supuesto estafador le haya robado, sino que pierde todavía más.
En el caso de
que el detenido vaya ante el juez y que, a pesar del esfuerzo de sus costosos
abogados lo condene, todo ese proceso y el posterior de su estancia en prisión
genera gastos adicionales para sus víctimas, más costosos mientras los años de
prisión de la condena sean más prolongados.
A lo que sus víctimas
hayan perdido por la estafa, habrá que añadir alojamiento, cuidados,
alimentación, vigilancia, conservación del aire acondicionado, cuidado de la
piscina, mantenimiento de la televisión de plasma y gastos para tabaco, drogas
y otras necesidades esenciales.
--Oiga usted
¿es que el dinero que cuesta es lo único que le importa del régimen penitenciario?
¿Y la reinserción?
--La
reinserción, querido amigo, es una falacia que inventaron hace ya tres siglos unos a los que se les ocurrió que
el hombre es originalmente bueno y que el contacto con la sociedad es el que lo
pervierte, así que una sociedad tan poco ejemplar como la carcelaria, lo más
probable es que lo envilezca todavía más.
--Pero todo
eso lo dice usted en contra del encarcelamiento de delincuentes sólo por
ahorrarse dinero.
--Por eso
también, pero no solo por razones económicas porque las tres pesetas que cuesta
una bala sería la solución más barata, y no la propongo para no escandalizarlo.
--Total, que
reconoce que usted es un fascista de derechas.
--Lo primero
contradice lo segundo porque los de derechas defendemos la libertad y los
fascistas, comunistas y otros maleantes la persiguen.
--Bueno, pero
no es usted demócrata.
--Pues, no…
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