Los hay que,
cuando juran o prometen ante el altar o en el juzgado que amará, respetará y
protegerá hasta que la muerte los separe a la novia que espera oir esa promesa,
mienten como bellacos.
¿Qué piensa
por lo bajinis al prometer en falso?
En los cuartos, los cortijos, las acciones, las cuentas
bancarias y los jayeres de la idiota que tiene al lado y con la que al estarse
casando está dando un braguetazo.
¿Un ejemplo
notorio de comportamiento villano, del que jura en lo que piensa y no en lo que
está jurando?
El de Pujol,
al que apodaron los ingenuos honorable porque los engañó al creer que, al
casarse con Cataluña, esclavizaba su vida para protegerla y servirla
desinteresadamente.
Hay dos únicas
mentiras que siguen siéndolo millones de años después de que la tierra esté
habitada:
Que los hombres
son iguales y que, siendo bueno por naturaleza, al ser humano lo pervierte el
contagio con las injusticias de la sociedad en la está obligado a integrarse.
En la tierra
vivimos siete mil millones y pico de Pujoles programados para engañar a los
demás, si el engaño nos beneficia.
Por eso, el ya
villano y antes honorable Pujol no es
peor que los demás humanos. Simplemente, tuvo
y aprovechó la ocasión propicia para llegar a su bienestar a costa del
malestar de los demás.
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