Si se le
hubiera ocurrido meterse en política antes de que se inventaran las
cosechadoras, al cándido Albert Rivera
le hubieran dicho: ”en buen sitio has
ido a poner la era,,.,”
Y es que la era
tenía que ser un lugar de terreno firme, bien asentado y donde, resguardado de vientos
huracanados, corriera una suave brisa para trillar la parva antes de aventarla
para que el grano se separara de la granza.
El agricultor novato,
como el político cándido, ara con esmero su parcela, siembra antes de las
primeras lluvias, siega y hace gavillas cuando el grano de las espigas está en
sazón.
Pero se le
ocurre trillar en una hondonada donde el suelo se hunde y el aire, más escaso
que en la luna, le impide que el trigo se separe de la paja.
Esfuerzo de
todo un año perdido, ruina segura, esperanza de pagar a los proveedores
evaporada.
Como le ha
pasado a Albert Rivera: intentó y consiguió parecer político formal y moderado
hasta que en mala hora se le ocurrió juntar sus cabras con las de un pastor
desaprensivo, para el que todo el monte es orégano y hace lo que le dá la gana
con las cabras propias y las ajenas.
Como hubiera
dicho un amigo ya ido, el socialista Pedro Sánchez con el que Rivera juntó
cabras en mala hora, es un “insolvente en ética”, un fulano que se queda con
todo lo que apaña.
Se supone,
aunque es mucho suponer, que lo de la reforma laboral de Rajoy, que Sanchez
dice que ha acordado con Rivera derogar y que Rivera dice que no, el cándido
promotor de Ciudadanos habrá comprobado que el socio que ha escogido es más
falso que un euro de madera.
¿Habrá
aprendido o no habrá aprendido? ¿Le dará otra oportunidad para que le tome el
pelo, o esperara hasta que su cabeza quede tan calva como la mía? Chi lo sá,
que dicen los italianos cuando quieren decir que el tiempo lo dirá.
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