Ayer fue el
Dia de Andalucía así que, a toro pasado, ya se pueden analizar las ventajas que
a ésta comunidad autónoma, antiguamente región española, le aportó aquella
clamorosa manifestación del 28 de Febrero de 1980 que cambió a mejor la vida de
los andaluces.
Aunque los
señooritos de escopeta puta y perro ya habían dejado de mandar desde que el
regadío parceló sus cortijos (hasta entonces desolados ranchos de películas del
oeste), todavía no se había oficializado el cambio de mando.
Llegó con la
autonomía que, realmente, significó el canje de los viejos señoritos por lo nuevos:
los que disfrazados con chaqueta y corbata pasaron a mandar en la tierra y las
ciudades desde sus deslumbrantes despachoas de la Junta de Andalucía.
¿Y en qué
favoreció el cambio a los braceros, menestrales, escribientes, tenderos y
agradadores profesionales?
En que, en
vez de tener por clientes a los antiguos señoritos, a partir de entonces tuvieron
a los nuevos y, además, añadieron un
nuevo día de fiesta (de huelga, del verbo holgar se decía hasta
entonces) al siempre ridículo tiempo que para divertirnos tenemos los
andaluces.
En definitiva,
que la autonomía nos ha beneficiado con un
día al año más de agradable dolce far niente, la placentera ocupación de
no hacer nada.
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