A la gente le
ha dado últimamente por decir la tontería más grande que a ningún tonto se le
pueda ocurrir: que la interinidad es mala.
¿Qué es la
vida sino el tiempo impreciso entre el nacimiento y la muerte? Si vivir es el
período indeterminado entre empezar a y dejar de vivir, ¿es mala esa
interinidad o es mejor lo que antecede a
la vida y sigue a la muerte?
Para no
ponernos tremendos en ésta Pascua de Resurrección, que celebra la improbable
vuelta a la vida después de haber muerto, invoquemos algo comparativamente
baladí con la muerte y la vida:
El interinato
del actual gobierno, que como no tiene capacidad de equivocarse tomando
decisiones que perjudiquen a los que les afecte, es tan beneficioso como vivir,
ese período de tiempo que aspiramos a que se eternice.
¿Por qué no va
a ser lícito suponer que el actual interinato del gobierno será más beneficioso
para los gobernados que lo que decida el gobierno que por derecho reemplace a
éste de hecho?
Yo, miserable
de mí, de la acción administrativa del gobierno interino no tengo motivos de
queja, que los tuve cuando manchaba de política su tarea administrativa.
Así que, hablando por mí, ojalá la interinidad se
eternice y, cuando fatalmente se acabe, se pueda decir evocando lo que ahora
tenemos: ¨dichosa edad y siglos aquellos,,,,”
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