Solo un
pueblo que llora cantando puede compartir la pena de un moribundo crucificado con
la voluptuosa excitación de la gradual coloración de las flores al
abrillantarse la luz de un amanecer de primavera.
Por lo menos
en Andalucía la semana santa es un anacronismo porque no se celebra en el lúgubre
otoño, cuando la naturaleza languidece sino en primavera, cuando resucita.
Es ésta
semana de teatral tribulación un particularismo que, por ser exclusivo para la
cristiandad contrareformada por España, hace de lo español un modo distinto de
entender el cristianismo.
La contracultura
religiosa española ensalza más la muerte de un inmortal que se hizo hombre que la Resurrección del que demostró su natural
inmortalidad resucitándose a sí mismo.
El viernes
santo, día de la muerte de Cristo, centra la Semana Santa Española mientras que
el domingo, o Pascua de Resurrección, culmina y justifica la semana santa de
los cristianos no españoles.
Sentimiento y
lógica, los dos motores opuestos de dos maneras distintas de vivir la vida,
como tener y desear, trabajar y soñar.
¿Es más placentero
privarse de lo que en ese momento deseas tener para conseguirlo después de años
de trabajo, o soñar que lo tienes sin necesidad de trabajar?
¿Hemos nacido
para soñar, esa capacidad exclusiva del hombre o para trabajar, obligación ineludible
para el resto de los seres vivos?
El que se
decida por lo segundo no es español y, para su desgracia, más le vale
resignarse porque no ser español es una tara congénita.
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