Se entiende por
“sociedad civil” el conjunto de organizaciones que, sin patrocinio ni influencia
directa del Estado, pretende influir en la población.
Se asume, en
general, que esas organizaciones tienen objetivos plurales e incluso opuestos,
por lo que su acción equilibra la influencia que todas ellas ejerzan sobre la
sociedad.
Los habitantes
de países con una sociedad civil vigorosa, por lo tanto, deberían ser más libres
que aquellos en los que la opinión de la población se vea condicionada por el
patrocinio y la ayuda de organizaciones financiadas por un Estado, que caiga en
la inevitable tentación de condicionar la evolución social.
Nadie da nada
por nada. También el Estado por medio de su administrador, el gobierno, lo hace
para ganarse voluntades, acrecentar su influencia, aplacar la resistencia a
aceptar la pretensión gubernamental de decidir por los que gobierna.
Así, los
futuros votantes nacen o no según le convenga al Estado-Gobierno, una vez
nacidos los pastorea desde la guardería hasta el postgrado, curan sus
enfermedades según decida el gobierno-estado, viven en las viviendas que el estado
les facilite a través del gobierno, y los entierran o incineran según normas
gubernamentales.
El
gobierno-estado fija los horarios laborales, la hora del reloj, la de apertura
de fábricas y tiendas, la comida que a cada uno le conviene según la
conveniencia del estado-gobierno y hasta, si para que se entretenga, tiene que
ver en televisión fútbol y carreras de coches y no boxeo o corridas de toros.
La gente ha
dejado en manos del gobierno-estado su libertad, porque se la ha robado el
estado-gobierno.
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