Como la
Soledad del romance de la Pena Negra de Lorca, que iba de la cocina a la alcoba pregonándolo, Pedro
Sánchez va de emisora en emisora culpando a todos de su propia desgracia.
¿Cuál es su
desgracia? Que una pandilla de desalmados capitaneados por Mariano Rajoy le han
impedido tocar la gloria, cumplir su destino que no es otro que ser presidente
del Gobierno de España.
Lo de Pedro
Sánchez que empezó y sigue siendo patético, es además peripatético, porque
pregona su obsesivo dolor hasta al que no quiere escucharlo y va de la ceca a
la meca para que nadie se quede sin enterarse.
¿Durará la
paciencia de quienes lo escuchen tanto como la de los senadores que aguantaban
impàvidos a Catilina?
¿Se habrán
equivocado los españoles capitaneados por Rajoy al impedirle a Sánchez que sea
presidente del Gobierno?
¿Hubiera sido
castigo mayor para los españoles aguantarlo como presidente cuatro años que soportar
sus lamentos toda la vida?
Sanchez no ha
llegado a Presidente del Gobierno, pero su destino ha quedado ligado
perpetuamente al de los españoles. Puede llorar todo lo que quiera porque no
desperdiciará sus lágrimas.
No tendrá que
decir como la letra de la copla “¿para qué quiero llorar si no tengo quien me
oiga”?
Al que no
quiera oir el llanto de Sánchez, más le valdría ir ya reservando plaza en el
primer vuelo a Plutón.
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