Hay casos en los que la persona humana,
cándida por naturaleza, se juega un euromillones y guarda el boleto en una caja
fuerte, convencido de que le tocará.
Hay otros casos en
los que todos los meteorólogos de todas las televisiones pronostican vientos
tan fuertes que habrá que llenarse los bolsillos de piedras para no salir
volando.
Como ni el boleto
toca ni el huracán pasa de sutil céfiro, el que se había visto acariciado por
huríes tetudas se decepcionará tanto como el que anticipó que sería grácil jilguero.
Como nos llevamos
un chasco los que anoche nos la prometíamos tan felices indignándonos porque
los catalanes del Barcelona no pìtaban el himno nacional ni ondeaban
desafiantes la estelada esa de la que tanto se había venido hablando.
¡Como para no estar
indignados!....
Nos habían
garantizado que seríamos espectadores en directo y simultáneamente, de la caida
de las murallas de Jericó, del desmbarco de Normandía y de la vaporización de
Hiróshima, y nos tuvimos que conformar con un vulgar partido de fútbol.
No se puede uno fiar
ya de los periodistas ni de lo meteorólogos.
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