jueves, 19 de mayo de 2016

XANADÚ

Desde que Kublay Khan permitió a Marco Polo que lo visitara en Xanadú, la ciudad  capital de su imperio mongol aislada de la miseria circundante por una cúpula transparente, Xanadú no es un legendario lugar geográfico sino una aspiración universal.
¿Qué es Europa  para los emigrantes sirios y africanos sino una ansiada y mítica Xanadú por la que, para acogerse bajo su cúpula,  se puede y  debe arriesgar la vida?
¿Es Europa la Xanadú idílica para todos los que viven bajo su cúpula?
Evidentemente no.
Hay una prueba irrefutable de que los hombres no somos iguales, sino que afortunadamente somos diferentes: muchos de los nacidos bajo la cúpula transparente de Europa añoran la miseria exterior, los agita la melancolía  de vivir precaria y peligrosamente.
Si el hombre fuera, como dicen, un animal racional, el problema dejaría de serlo: que los que ansían vivir como en Siria o Sudán se vayan allí y los que no quieran irse se queden aquí.
Los rojos de Podemos, Izquierda Unida, el PSOE, nacionalistas vascocatalanes y otros que se sientan desgraciados por vivir bajo la cúpula de Xanadú, que salgan de ella.
Y que los que prefieran la poco excitante inercia de contemplar cómo pasa el tiempo (as time goes by), que se queden.

“La libertad, Sancho, es uno de los más preciados dones que a los hombres dieron los cielos”, decía el Quijote pero no dijo que los hombres estuvieran obligados a aceptar el regalo de la libertad, por lo que se supone que tienen derecho a rechazarlo.

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