Es menester ver
cómo es la gente: te ven saltar una tapia para coger los frutos de un peral y,
sin más, te llaman robaperas.
En efecto. La gente
es malpensada, lenguaraz, indiscreta, gentuza, al fin y al cabo.Pero usted
debería haber tenido cuidado de que nadie lo viera cuando saltó la tapia.
“No”—aclara el
autor de la sentencia inicial—“No lo digo por mí, sino por Pedro Sánchez”
¿”Qué a Pedro
Sánchez lo han pillado robando peras? No
me lo puedo de creer”.
Un cuarto de hora
después, y tras interminables aclaraciones y excplicaciones, la cosa queda, si
no clara, por lo menos menos enigmática y abstracta.
“Lo de las
peras”—concreta—“es un símil, un ejemplo, un para que me entiendas…que Pedro
Sánchez, como candidato a la Presidencia del Gobierno, andaba uno de éstos días
por la calle saludando a los incautos y, entre ellos, había una madre y un niño
a los que. como a los caucásicos blancos entre los que se encontraban, les dio
la mano”.
--¿Y qué? Muy bien,
hizo lo que tenía que hacer, no distinguir entre blancos y negros, rubios o
morenos, albañiles o escribientes.
--Pero es que sólo
después de haber dado la mano a la madre y al niño negros se las sacudió, como
si solamente ellos se las hubieran podido manchar o, como por ser los únicos
negros entre tantos blancos, los negros fueran diferentes.
--Que son
diferentes es una evidencia a plena luz del día, lo que no quiere decir que los
negros sean peores que los blancos o que los blancos sean peores que los
negros, pero la conclusión de que Sanchez se sacudiera las manos después de
haber estrechado las del niño y su madre
negra es, por lo menos, precipitada.
Porque:
a) ¿Se ha analizado
si Pedro Sánche se sacude las manos cada cien, 50 o 320 veces despues de
estrechar manos ajenas?
b) ¿Se ha
comprobado si las manos de esa mujer y ese niño se ajustan a la cadencia
rutinaria de Sánchez de sacudirse las suyas cuando se dedica a esos menesteres?
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