Las albarranas
eran torres dodecagonales que, como la del Oro de Sevilla, construían los
almohades como vigías del recinto amurallado que protegía y alertaban contra
enemigos exteriores.
La albarrana de
las murallas de Palma del Río, sin embargo, está integrada en la muralla.
¿Sería así
porque se hizo avanzar el resto de la muralla hasta integrarla en la albarrana
o porque la dirección desde la que atacaría el enemigo cristiano era tan
indudable que sólo desde ese punto podría avanzar, lo que la convertía en el
foco de la defensa?
El conjunto
amurallada de Palma del Río lo levantaron los almohades, una fanática secta
islámica de Marraquech que, después de desembarcar en Tarifa, se desparramó por
el para ellos degenerado Islam peninsular.
Pero al
objetivo inicial que eran los musulmanes peninsulares envilecidos por la
molicie se le añadía a los almohades un adversario adicional imprevisto: el
vigoroso empuje reconquistador de Fernado III el Santo.
Los cristianos
del Rey castellano tomaron Córdoba el año 1236 e, inmediatamente, fijaron
Sevilla como el siguiente objetivo estratégico de su campaña..
El Rio
Guadalquivir, cuyas aguas bajan de Córdoba a Sevilla, era para los de San
Fernando la más abierta y directa vía para el transporte de hombres e
impedimenta hasta el objetivo.
La marina
fluvial que mercenarios genoveses como Meser Egidio Bocanegra había contratado
Fernando permitirían controlar sus aguas.
Bocanegra, que
fue premiado con el señorío de Palma, era pues la amenaza para los almohades y
no es casual que la torre albarrana dodecagonal de sus murallas se oriente
hacia el punto de confluencia del Gudalquivir y su principal tributario, el
Genil.
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