Civilizar, por
lo menos etimológicamente, es llevar la forma de vida de la civitas a lo
agreste, lo rural, lo sometido a las normas imprevisibles e incómodas de la
naturaleza.
Un suponer:
Palma del Río es un pueblo de veintitantos mil habitantes que, por ser una
civitas, se ha organizado para que entre todos paguen la recogida de basura, el
orden en las calles, el suministro de agua, el acceso a la red eléctrica y
hasta, para los que tengan perro, un parque monísimo.
Palma del Río,
en resumen, es lo contrario de lo que todavía es Somontes, una finca rústica de
su término municipal y de 400
hectáreas , que lleva años quebrámdole la cabeza a
autoridades autonómicas, provinciales, municipales y sus varios institutos para
el mantenimiento del orden.
¿Por qué es un incordio
Somontes?
Porque unos
supuestos braceros sin empleo la ocupan por la fuerza para reclamar que sea de
ellos esa tierra que no lo es y que, cuando lo sea si llega a serlo, les dará
derecho a reclamar y recibir subvenciones agrarias municipales, provinciales,
autonómicas y europeas para que vivan en el campo como en la civilizada ciudad.
Como siempre
hay un roto para un descosido, lo han encontrado los tunantes en el angélico
alcalde de Palma del Río, José Antonio Rodríguez Almenara, del que se dice que
anda en tratativas para que, con el dinero de los habitantes de su ciudad,
compre para los braceros que las ocupan las 400 hectáreas de
Somontes.
Y es que
solamente tirarse pedos con el culo de otros es más fácil que comprar con
dinero de todos lo que, si no será de su propiedad, podrá administrar Almenara.
¿Qué ganará?
Los votos
agradecidos para su Partido Socialista de los braceros sin tierra. Como
hicieron en su día Griñán, Chaves y los que manejaban los fondos de formación,
los ERE y otras bagatelas ruinosas.
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