¿Y si su tozuda
incapacidad para formar gobierno fuera
un presagio de que los dioses están tan hartos de la insustancialidad de los
españoles que incluso podrían dispersarlos por todo el mundo, como ya hizo con
los que se atrevieron a levantar la torre de Babel?
“Si juntos no os
entendéís”—puede que sea la conclusión a la que los dioses han
llegado—“dispersaos por el resto de la tierra”.
Y ¿a donde irán
los españoles si Inglaterra no los deja que vayan a fregar los platos sucios de
sus restaurantes y tabernas?.
Todavía puede
que quede tiempo a los españoles para evitar esa desgracia porque la historia
enseña que enfrentados entre ellos, la mitad de los españoles que ganan en sus
periódicas guerras civiles, sobreviven a la otra mitad que acaba bajo tierra o
en la cárcel.
Eso sí: Si el
tiempo es oro, hay que gastarlo con la liberalidad de un derrochón.
Como el
Parlamento ya está constituido y no hay gobierno que le dispute la soberanía,
mejor ahora que luego, deberían:
a) Acordar,
presentar y aprobar una proposición de ley para cambiar la ley electoral.
b) Que esa
proposición consensuada dicte que, si no hay ningún partido que en elecciones
parlamentarias logre mayoría absoluta de votos y escaños, los candidatos de los
dos partidos más votados se disputen el gobierno y su presidencia en un
desempate.
c) Que no se
subvencione con dinero público la actividad de ningún partido.
d) Que la única
contrapartida económica de los partidos proceda ,1) de las cuotas de sus
afiliados,b) de una parte del salario oficial de los militantes del partido que
hayan sido designados para ejercer esas funciones y c) de la cuota que, junto a
la papeleta de voto, se fije para cada votante.
Así, los
partidos que no sean rentables, que cierren igual que las zapaterías que no
vendan ni una alpargata.
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