viernes, 8 de julio de 2016

PROTOFASCISTAS




A los protofascistas  se nos distingue de los que no lo son porque preferimos vivir peligrosamente y no amodorrados por los efectos de la comodidad y la molicie.
¡Ojo! Eso no quiere decir que vayamos por ahí permanentemente partiendo caras y dejándonos que nos la partan. Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, que del dicho al hecho hay mucho trecho.
En fin, y aunque parezca mentira, los protofascistas somos tan humanos como los filodemócratas y nos distinguimos de ellos porque nos gustan las películas en las que los inevitables americanos matan indios o nazis y a los filodemócratas les gustan los musicales corales.
En el fondo, los protofascistas somos unos incomprendidos en esta sociedad en la que la molicie y el boogui boougui tienen preferencia sobre la épica.
La conclusión es que, aunque me avergüence  admitirlo, todos somos iguales porque a los mios nos gusta que otros se partan sus caras sin que nos partan la nuestra y los otros (los filodemócratas), predican que, sin meter mano en lo que es de ellos, metan la mano en lo que es de los que tienen más que ellos para que tengan tan poco como los que nada tienen.
Un rompepelotas argentino diría: ¿“Y?
Pues que después del verano hablamos porque ahora estamos demasiado ocupados en protestar porque los ciclistas del tour de Francia no echan los hígados mientras suben a pedaladas cada vez más mortecinas esa rampa con un miserable desnivel del 20 por ciento.
Y es que, es evidente, esos ciclistas que salen en la televisión a la hora de la siesta son unos flojos.

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