A los
protofascistas se nos distingue de los
que no lo son porque preferimos vivir peligrosamente y no amodorrados por los
efectos de la comodidad y la molicie.
¡Ojo! Eso no
quiere decir que vayamos por ahí permanentemente partiendo caras y dejándonos
que nos la partan. Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, que del dicho
al hecho hay mucho trecho.
En fin, y aunque
parezca mentira, los protofascistas somos tan humanos como los filodemócratas y
nos distinguimos de ellos porque nos gustan las películas en las que los
inevitables americanos matan indios o nazis y a los filodemócratas les gustan
los musicales corales.
En el fondo, los
protofascistas somos unos incomprendidos en esta sociedad en la que la molicie
y el boogui boougui tienen preferencia sobre la épica.
La conclusión es
que, aunque me avergüence admitirlo,
todos somos iguales porque a los mios nos gusta que otros se partan sus caras
sin que nos partan la nuestra y los otros (los filodemócratas), predican que,
sin meter mano en lo que es de ellos, metan la mano en lo que es de los que
tienen más que ellos para que tengan tan poco como los que nada tienen.
Un rompepelotas
argentino diría: ¿“Y?
Pues que después
del verano hablamos porque ahora estamos demasiado ocupados en protestar porque
los ciclistas del tour de Francia no echan los hígados mientras suben a
pedaladas cada vez más mortecinas esa rampa con un miserable desnivel del 20
por ciento.
Y es que, es
evidente, esos ciclistas que salen en la televisión a la hora de la siesta son
unos flojos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario