Cuando las
flores ahora mustias recuperen el esplendor de sus variadas vestimentas, habrá
llegado la primavera.
¿Será tan
efímera la época en que las flores luzcan sus mejores galas como lo es ésta, en
la que hasta las ramas de los árboles muestran la escueta desnudez del otoño?
Poesías aparte,
vamos a lo que vamos:
¿Les irá mejor
a los pocos españoles que no viven de la política el tiempo en el que, si
llegan a tenerlo, tengan gobierno con toda su capacidad de incomodar que ahora que se ha quedado sin las garras y
colmillos con los que desgarran a los ciudadanos, para engordar con sus
despojos?
Esa es la gran
pregunta que requiere una meditada respuesta, y que las víctimas de los
gobiernos deberían plantearse.
¿Nos
arriesgamos a que el futuro que suceda al presente sea peor que lo que ahora ya
es malo?
La respuesta
está en el viento, y ahora es cuando deberíamos desplegar la veleta para saber
de qué dirección sopla.
Ojo: hay nubes
en el horizonte que pueden avisar tanto de que se aproximan vientos atlánticos
precursores de lluvia mansa y benéfica, como de estruendosas tormentas armadas
con ruidosos truenos y mortíferos rayos.
Si lo que nos
amenaza es tiempo tormentoso, ¿tenemos yoduro de plata con el que bombardear el
centro de la tormenta para que se deshaga en mansa lluvia, o se desvíe de su
actual rumbo y descargue sobre otros sus rayos y la tromba de sus aguas?
Esa tormenta de
la que tratamos no es, naturalmente, un fenómeno meteorológico sino político,
que nos tiene el alma en vilo desde hace casi medio siglo y que en éste momento
crucial (todo momento es crucial para quien tenga que sobrevivirlo) nos agobia
a todos, aunque no a todos por igual.
De hecho,
directamente solo preocupa a los políticos pero como el miedo de los políticos
acaba contagiando a todos como las gripes estacionales, con las que inexorablemente
estornudamos todos en cuanto nuestros políticos moqueen.
Solo se percibe
una solución: pongamos en cuarentena y aislados del resto en cárceles o campos
de concentración a los políticos, para que los que no vivimos de la política
nos libremos de su gripe.
Que, sin
meternos a los demás en sus peleas se peleen entre ellos y. a quien Dios se la
dé, San Pedro se la bendiga.
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