¿Por qué los
romanos y los fenicios, en vez de pelearse en otro sitio, tuvieron que hacerlo
en Andalucía?
¿Por qué los
moros tuvieron que invadir España por Andalucía y no, pongamos por ejemplo, por
Alicante?
¿Por qué los
profesionales de la muerte de Yagüe empezaron en Sevilla su particular manera
de salvar a España, matando españoles?
¿Por qué tiene
que ser la andaluza Susana Diaz la que pague el pato por la guerra entre Pedro
Sanchez y todos los que querían echarlo de la secretaría general del PSOE?
A muchos, y no
necesariamente socialistas, nos va a perjudicar lo que no se sabe ni se
calcula, más que a otros que, al final, ni les va ni les viene porque mande
quien mande en el PSOE, su lealtad al secretario general nuevo será tan
incondicional como lo era a Pedro Sánchez hasta que lo echaron.
Como andaluz
heredero de la mansedumbre de los andaluces que lo fueron antes que yo, tendré
que resignarme a padecer el sufrimiento del que me creía que me libraría.
Como servidor,
muchos veíamos en la lucha contra Pedro Sánchez la realización de nuestras
esperanzas de librarnos de Susana Díaz.
Confiábamos en
que la que desempeña ahora la Presidencia de la Junta de Andalucía sustituyera
en la secretaria general del PSOE a Pedro Sánchez.
Esperanza
evaporada, ilusión volatilizada, sueño desvanecido.
Porque, si la
mitad de los socialistas culpan a Susana Diaz de haber capitaneado la rebelión
contra Sanchez que ha fragmentado al partido, ¿cómo van a confiar en que
restablezca desde la secretaría general del Psoe la unidad de la que la mitad
de los socialistas la acusan de haber roto?
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