Aunque hay
quien afirma que todavía sobrevive alguno, lo más probable es que los inocentes
se extinguieran como especie zoológica hace hoy 2016 años, cuando a los últimos que todavía
quedaban en el mundo se los cargaron a espadazo limpio los esbirros de Herodes.
Y, entonces,
¿por qué se celebra el 28 de diciembre en España el día de los Santos
Inocentes?
Evidentemente
para despistar, porque hasta el más ingenuo de los españoles de ahora es
cualquier cosa menos tonto, como demuestra que todos aspiren a vivir del cuento
dedicándose a la política.
Y es que, si
por inocente se entiende al que esté libre de culpa o de pecado, a nadie se le
ocurriría reconocerse como tal, para evitar que lo tomen por tonto o por casto.
Hay un amigo
mío pensador profesional que, en sus cavilaciones sobre el qué y el por qué de
la rara singularidad de sus compatriotas, ha llegado a la conclusión de que, en
contra de lo que aparentan, los españoles son-somos tontos.
“Fíjate”, me
confidenció, ”hasta donde ha llegado la degeneración de la raza española, que
están la mar de contentos porque ahora tienen la democracia esa que antes no
tenían y en la que ni siquiera ninguno pensaba”.
¿“Y”?, le
repliqué yo al modo argentino como dándole a entender que siguiera exponiendo
lo que había dejado a medio explicar.
“Pues que antes
eran felices porque el que mandaba pensaba por todos los españoles, hablaba por
todos los españoles y decidía por todos los españoles”.
¿”Y”? insistí
yo.
“Pues que ahora
todos los españoles tienen que pensar por sí mismos, hablar por sí mismos,
decidir por sí mismos y, como lo demuestran sus quejas permanentes por todo
nunca aciertan, por lo que están menos contentos que nunca”.
¿”Y”?, repetí.
“Pues que esto
de la democracia es mucho peor que la dictadura porque antes solo tenías que
obedecer, y ahora tienes que decidir,
elegir al que te mande y, si lo que te mande no te gusta, no te puedes quejar
porque tienes la culpa de que tengas que obedecerlo”.
Mejor
inocentes.
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