Esos
alquimistas esotéricos para los que el punto de inflexión es aquel en que
lo convexo deja de serlo para pasar a convertirse en cóncavo lo entienden de
esa manera.
Para los que
necesitamos contar con los dedos para descubrir que dos y dos son cuatro, el
punto de infección es el momento en el que dices “hasta aquí hemos llegado y,
de ahora adelante borrón y cuenta nueva”.
Si bien se
mira, puntos de inflexión son todos y todos los momentos lo son porque el
presente es fugaz como un evasor de impuestos, de manera que el punto anterior
al de inflexión es diferente a los anteriores y a los posteriores.
En definitiva,
que si como hoy he leído por ahí, el actual es el momento de inflexión del
Partido Socialista porque quien se alce con su secretaría general marcará la
impronta de su futuro, es como si Cole
Porter hubiera vuelto a cantar su begin the beguine en “Casablanca”.
Ni el Invicto
Caudillo, que admitía a regañadientes que Dios tenía un poder superior al que
él usufructuaba, fue incapaz de acabar con el partido socialista, cuanto menos
va a poderlo hacer Patxi López, por muy vasco que sea.
No hay que
tener miedo, pues. Mientras haya ilusos que prefieran condicionar la libertad
del hombre sometiéndolo su antinatural igualdad, habrá socialistas y gente de
izquierda.
Porque, como la
mujer se distingue del hombre por su capacidad de engendrar de la que el
segundo carece, la izquierda se distingue de la derecha porque supedita el
derecho natural humano a la libertad, al condicionamiento antinatural de la
igualdad.
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