¿Hace más frio
en invierno que calor en el verano?.
Esa es la
pregunta que se hacen hoy los españoles, como variante a la que en el resto del
año pasado se han venido haciendo sobre si el gobierno de entonces sería peor
que el gobierno que lo reemplazara.
Ambas
interrogantes dejan meridianamente claro que los españoles son, al fin y al
cabo, personas tan normales como los yucatecos o los mesopotamios.
Y es que
mesopotamios, yucatecos y españoles dudan porque piensan, que es la facultad que
los diferencia del resto de los animales vertebrados o invertebrados y que,
gracias a que no piensan, están libres de dudas y hacen lo que los fuerzan a
hacer sus instintos.
Así que las
cavilaciones sobre el futuro de éste presente y las nostalgias del ya pasado
son elucubraciones que para nada sirve ni a ninguna parte llevan.
Lo cierto y la
verdad es que la televisión anuncia que se avecinan unos días de frío tan
intensos que hasta el pensamiento se nos va a congelar.
Y esa es la
esperanza que inspira el relativo optimismo con el que hay que afrontar el
futuro: si el pensamiento se nos congela a los humanos nos elevará a la
categoría zoológica superior, la de las marmotas o los osos que saben cómo
pasar el frío: durmiendo en sus covachas.
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