Es aconsejable simplificar conceptos de complicada comprensión para que,
cuando el que diga querer, por ejemplo, el que lo oiga no entienda poder.
Y, ¿qué es poder?
a)
La capacidad de hacer o ser algo
b)
La capacidad de ejercer dominio sobre uno o varios individuos
c)
La capacidad de influir en la decisión de otros
d)
Ejercer la autoridad determinante en una sociedad.
Sabiendo de lo que hablamos,
hablemos de lo que los españoles estamos hablando desde hace medio siglo sin
saber de lo que hablamos: de la democracia.
Porque la democracia es eso de lo que
tanto hablamos los españoles sin saber a ciencia cierta de lo que estamos
hablando.
Trasladado el concepto de
democracia a la realidad práctica, los españoles ejercemos el poder que la
democracia le otorga una vez cada cuatro años, el momento en que depositamos un
papel en una urna.
¿Y los 1.459 dias restantes?
Obedecemos al que le hayamos
encargado mandar tan servilmente como obedeceríamos si mandara contra la
voluntad de todos, menos de la suya.
Hablamos y discutimos tanto de
democracia desde hace medio siglo porque de algo hay que hablar y, cuanto menos
entendamos de lo que hablamos, más apasionante será la conversación que a veces
termina en discusión, para solventarla
con la dialéctica del puño y la espada.
¿Acierta más el que manda porque
en un día aciago lo eligieron para mandar o el que en otro día tan funesto
empezó a mandar después de cargarse a todos los que se atrevieron a disputarle
el mando?
Es como discutir si el huevo salió
de la gallina o la gallina del huevo.
Hay huevos y hay gallinas, lo
mismo que hay el que manda y los que obedecen.
Como dicen los que evocan la
métrica latina, no hay que buscarle tres pies al gato.
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