Todo (o casi
todo) lo que decían Franco y sus achichincles era verdad y, como consecuencia,
todo (o casi todo) lo que entonces era verdad, para los antifranquistas es ahora mentira.
Un suponer: eso
de que todos somos iguales, que los antifranquistas dicen, es tan falso que los
españoles, en su comportamiento diario, que es la plasmación práctica de una
realidad teórica, lo certifican.
“La hija de la
Paula/no es de mi rango/ ella tiene un cortijo/yo voy descalzo” cantaba ya
Curro de Utrera que, si en vez de antes hubiera vivido hoy, sería tan aclamado como, juntos, lo son ahora Messi y Ronaldo.
¿Cómo va a ser
igual el que ordena lo que hay que hacer (los diputados y el gobierno) que el
que no tiene más remedio que hacer lo que ellos mandan,( los que no sean del
partido del gobierno)?
Pero, ¿y
aquello de que “la verdad y el deber son valores permanentes de razón”?
Desvaríos de un
poeta que se metió en política para
defender la memoria de su padre y se radicalizó cuando vio a su novia casada
con otro.
¿Y en qué se
diferencia un poeta de un político?
En que el
primero dice tonterías inofensivas y el segundo es experto en felonías
vergonzantes.
Como aquella
del mercenario Bertrand Duguesclin que, en la disputa por el trono de Castilla,
ayudó al hermano que mejor le había pagado a matar al que le había pagado
menos, allá por la cada vez más cercana Edad Media.
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