martes, 18 de abril de 2017

PERROS ESCLAVOS

El hecho, tal como he leído en un periódico tan seriamente dogmático como El Pais, es que unos individuos, sin duda animalistas, obligaron a detenerse a un coche que huía del perro que los perseguía después de haber sido abandonado.
Ganó, como siempre, el perro.
La familia del coche se vio forzada a parar, recoger de nuevo al perro indeseado y llevárselo para siempre o, por lo menos, hasta que lo abandonaran en un descampado en el que no hubiera animalistas que se lo impidieran.
Anécdota es esta anécdota aparentemente intrascendente, que ilustra la aberrante sociedad que el ser humano ha fabricado con ésta maníaca predilección por la igualdad en perjuicio de la libertad.
Porque, si hubiera sido el perro el que, harto de soportar a la familia que lo llevaba en el coche el que hubiera escapado de tan indeseable compañía ¿lo habrían detenido los que presenciaron su fuga para reintegrar al fugitivo?
No habría sido nada inaudito porque muchos animales de compañía, a los que sus dueños tienen la manía de perfumarlos con esencias aromáticas impropias de su condición para no captar los olores animales que les son propios, tienen razones sobradas para escaparse de los humanos.
Entre otras, la de recuperar la propia naturaleza animal cambiada sin consultarlos, para volver a sentirse animales y no humanos con apariencia animal.
¿Si los dueños de animales quieren que huelan y se comporten como humanos, ¿por qué en vez de animales-mascota no prefieren humanos-mascota?
En los añorados tiempos de la esclavitud legal así era, y hasta hubo dueñas de esclavos que tuvieron descendencia con su esclavo y esclavas que dieron hijos a su dueño.

Y nadie se escandalizaba.

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