Mi madre, la
mujer a la que más quise además de por haberme parido y criado porque sin ella
no habrían nacido mis hijas ni mis nietos, no admiraba a Franco y tampoco lo
detestaba pero lo elogiaba cuando lo veía en televisión, sentado y con las
piernas juntas.
Le parecía un
indicio inequívoco de que era persona educada y, para ella, las buenas maneras eran
síntomas de buen corazón.
No opinan lo
mismo, gracias a Dios, esos díscolos de la CUP de Tarrasa, buenos para nada y
malos para todo.
Como se oponen
a todo lo que a ellos les parezca mal, han calificado de “actitud machista” la
de los hombres que se sientan en público, sobre todo en los transportes que
comparten con los demás, despatarrados más o menos según el vértice de apertura
de sus piernas.
Mire usted por
donde los cuperos, que se han planteado permitir todo lo que Franco prohibía,
para prohibir todo lo que Franco permitía, en algo coinciden con el Dictador:
en la manera en la que la gente debe sentarse.
Y es que,
explican esa rara afinidad, el fulano que en el autobús o el metro se
despatarra, evidencia que es un machista latente que, en cualquier momento,
puede evolucionar a agresor machista patente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario