EL BUEN PASTOR
Al repasar
imágenes de la visita del presidente norteamericano Donald Trump al Papa
Bergoglio se removieron los sedimentos cristianos de mi cultura y recordé la
parábola de “El Buen Pastor”.
Narraba Cristo
a los ingenuos oyentes de su prédica que, cuando el pastor echaba en falta a
una de las ovejas, salía presuroso a buscarla para reintegrarla al rebaño.
Trump forma
parte del gran rebaño cristiano porque es protestante presbiteriano, muchos de
sus votantes eran católicos y ha participado en numerosos actos católicos en
iglesias católicas.
Como Papa, al
Papa Bergoglio le corresponde pastorear a todos los que sigan las enseñanzas de
Cristo, a todos los cristianos sean o no católicos.
Queda al
arbitrio de cada cristiano, sea o no católico, seguir al rebaño del Papa o
separase de la manada.
Pero, según la
parábola de Cristo el pastor, que es el papa, tiene que reintegrar y no
ahuyentar a la oveja descarriada.
Es obligación
papal, ante todo, cuidar del rebaño cristiano.
Como tarea
secundaria debería aumentar el número de las ovejas de su rebaño, añadiendo las de otras manadas: ateos,
musulmanes, judios o idólatras.
Comparando las
imágenes difundidas de la visita de Donald Trump al Papa, el gesto de Bergoglio
expresaba, más que el deseo de que el presidente norteamericano pase de
cristiano presbiteriano a cristiano católico, su afán por perderlo de vista
cuanto antes.
El espejo del
alma que es la cara evidencia en las imágenes de la visita de Trump a Bergoglio que, lejos de agradecerle la visita, le hubiera agradecido que se fuera
cuanto antes o que no lo hubiera molestado al visitarlo.
Para verificar
si esa impresión del malestar papal era atinada o prejuicio personal contra
Bergoglio repasé cuidadosamente las entrevistas del Papa con otros dirigentes
ateos, judios, cristianos o idólatras.
En todas ellas
se reflejaba un Papa Bergoglio tan feliz, tan contento, tan obsequioso, que
evidenciaba su preferencia por las ovejas del rebaño de otros.
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