En cada ocasión
que cualquier ciudad de Europa se conmociona y contagia la conmoción al resto del continente, las autoridades de
la ciudad y del país víctima eluden atribuir su autoría al terrorismo islámico.
Puede que sea
para evitar señalar como culpable al que después resulte inocente.
O para sosegar
a la pacífica comunidad víctima y evitar que hagan pagar con la misma moneda a
la comunidad musulmana a la que alojan.
¿Y si se
tratara de un procedimiento premeditado para que se desvanezca la repulsa inicial
y se modere la demanda de castigar al culpable, los islamistas radicales, y a
los países que los encubren?
¿Qué gobierno
europeo electo por sus ciudadanos sería capaz de arriesgar vidas de sus
electores para evitar que gobiernos musulmanes no electos apadrinen a los
asesinos de europeos no musulmanes y sin derecho a votar?
¿Vale la pena
perder los votos que les costaría a los gobiernos exponer la vida de algunos de
sus ciudadanos, para acabar de una vez por todas con la esporádica mortandad
que los terroristas les causan?
El sistemático
castigo terrorista musulmán solo les cuesta a los gobierno de los países que
los protegen la vida de individuos que ni siquiera votan.
Los gobiernos
de los países europeos perderían mucho más que los musulmanes porque, bien
rentabilizado por la prensa y los partidos de la oposición, un muerto en
combate les costaría millares y hasta millones de votos.
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