Hace ya dos largos días desde que
Pedro Sánchez fue elegido secretario general de PSOE y sus seguidores ya se
están impacientando: todavía no se ha cargado a ninguno de los notables de su
partido que se le opusieron.
¿Será esa tardanza consecuencia
de su prudencia o muestra de su desconfianza en que ya controla lo que durante
un trimestre dejó de controlar?
Los paladines más ardorosos de su
capitanía ya empiezan a inquietarse: señalan como primera víctima a Jose Miguel Carmona, el televisivo madrileño al que ya se cargó porque se opuso
a la destitución del mandamás de Madrid Tomas Gomez, con el que formaba
mancuerna.
Rumores que todavía lo son porque
no hay evidencias que permitan elevarlos a la categoría de hecho cierto,
señalan que al robustecido Sanchez ya no lo entusiasma cazar conejos ni
perdices y lo que ahora ambiciona es una pieza medalla de oro en la caza mayor.
Susana Diaz, esa arisca rupicapra
pirenaica que señorea desdeñosa las inxcomodidades de esa gran dehesa que es
Andalucía, es el trofeo que Pedro Sánchez ansia abatir.
Antes, y como entrenamiento,
seguramente despachara a algunos de los que triscan y gallean en diferentes
cazaderos españoles.
Lo cierto, lo fetén, lo que es
tan verdad como que todo lo que está vivo acaba muriendo, es que a Pedro
Sanchez se le ha oído frecuentemente repetir; “Vae victis”
Como hombre ibstruido que es, masculla
aquella frase que pronunció el jefe galo Breno después de aplastar al ejercito
romano, y antes de masacrar a los ciudadanos de Roma: “Ay de los vencidos”.
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