¿Por qué
incomoda al rojerío español que un millonario regale a la sanidad publica
española una millonada?
¿Es que los
rojos que protestan son tan tontos que le miran los dientes al caballo
regalado?
¿Es porque esos
300 millones que Amancio Ortega ha donado a la sanidad pública española les
parecen demasiado pocos millones?
¿O será porque
Ortega ha hecho su donación de forma voluntaria y para un propósito específico?
Los que
protestan tienen sus motivos para airear sus quejas.
Los rojos
quieren implantar una forma de organización de la sociedad en la que su partido sea el embudo en el que,
por su parte ancha, vierta la gente todos su esfuerzo y todo el fruto de su
esfuerzo y, por su parte estrecha reparta a su antojo a la sociedad el sobrante
de lo que haya quedado adherido al cuerpo del embudo.
Ortega, con su
donación, se les ha adelantado al demostrar que puede llegar al sistema
sanitario todo lo donado, y no solo lo que no se perdió entre los infinitos
engranajes de la administración.
Y es que todas
las administraciones públicas, y más que ninguna de ellas las rojas, son como
aquellas legendarias cuadrillas de bandoleros que tanto deslumbraron a los
extranjeros del romántico siglo XIX.
¿Cómo se habría
quedado el capitán de la cuadrilla bandidesca si uno de los viajeros
desvalijados los hubiera conminado a que no se gastaran en vino y putas el
botín?
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