Uno de éstos
días en los que remita el vaho del calor estival y deje la mente despejada habría que pensar en la esclavitud, en las
esclavitudes.
En éstas
semanas previas a la fecha de inicio de las competiciones de fútbol es inevitable
la asociación de ideas entre la moderna forma de esclavitud y la
tradicional.
Los esclavos
de ahora, los futbolistas, cambian de residencia igual que lo hacían los
ciudadanos británicos condenados en la metrópoli por un tribunal inglés a
esclavitud temporal en las colonias americanas.
Como les
ocurre a los futbolistas de postín, el club con el que tiene contrato de
servidumbre deportiva cede el usufructo de sus habilidades a otro club que
pague su tarifa de liberación para usufructuar sus servicios.
¿Es malo ser
esclavo y bueno no serlo?
En el caso de
los futbolistas y en el de los esclavos negros que salen en las películas como
víctimas de un trafico inhumano de personas humanas, no.
El futbolista
traspasado gana más en su nuevo club que en el antiguo, lo celebran los
aficionados del equipo al que llega con más fervor que los hinchas del que
salió y estrena oportunidades de satisfacción ya satisfechas en el que dejó.
¿Y eso qué
tiene que ver con los esclavos negros de las películas?
Con el de las
películas, nada pero con los esclavos negros que las películas han popularizado
todo.
Un suponer:
los esclavos negros de las plantaciones de los que eran propietarios sus amos
blancos tenían una esperanza de vida ocho años superior a la de los obreros libres
y blancos en los estados industriales del norte.
Los esclavos
negros comían cada día, trabajaran o no, mientras que el obrero blanco y libre
no comía si no trabajaba,y los hijos de los esclavos tenían garantizada la
atención alimenticia y sanitaria no por altruismo sino porque, como formaban
parte de la fortuna del amo, su bienestar beneficiaba al dueño.
Más o menos,
un esclavo adulto se cotizaba al mismo precio que se pagaba por una parcela de 80 hectáreas de tierra
labrantía.
El hacendado
esclavista, que sería todo lo malvado y son of a bitch que se quiera, pero no
era tonto, cuidaba a cada uno de sus esclavos como mimaba cada parcela de su
hacienda.
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