El
pesebre de una cuadra están buscando mesié y madama Pablo Iglesias para que los
mellizos que esperan se resguarden de las inclemencias del tiempo.
Esa
es la verdad de la milanesa y no el infundio que por ahí revolotea de que han
pagado sus buenos dineros para adquirir en propiedad una finca con piscina, pabellón
de invitados y todo, en una de las zonas residenciales de la burguesía opresora
madrileña.
Dicho
así, parece que Iglesias y la mamá (no madre, por si lo lee un mexicano) de sus
vástagos o vástagas, son unos explotadores de la masa obrera y campesina.
Al
contrario: a la famélica legión de obreros y campesinos la entusiasmará el
ardid de Iglesias y señora al mimetizarse con el enemigo de clase para, cuando
convenga, darle el machetazo definitivo,
como Bruto el Romano hizo a su padre, César.
Iglesias
y su compañera son conscientes del riesgo que correrían si sus convicciones
`proletarias fueran menos pétreas de lo que son: en vez de asestarle el golpe
de gracia podrían pasarse al enemigo.
Hay
que darle tiempo al tiempo para comprobar si el barrio burgués al que proyectan
mudarse mesié y madam Iglesias se proletariza o si son Iglesias y señora los que se aburguesan.
En
vilo nos tiene a los conspicuos observadores imparciales.
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