Eso de poner
la otra mejilla para que te la abofeteen igual que abofetearon a la primera
está muy bonito, pero es poco práctico.
Lo más
probable es que tras la segunda bofetada venga la tercera y después la cuarta.
El abofeteado
acaba acostumbrándose y se le hace insoportable vivir sin que la pausa entre
palizas se estreche tanto que hasta pide que se acelere el ritmo de los
guantazos.
Por masoquista
se conoce al que, o a la que, en el sufrimiento encuentra placer y sádico al
que, o a la que su placer lo encuentra haciendo sufrir.
Así que si el
destino empareja a un sádico(a) con una(un) masoquista, esa unión será
indestructible.
Ni el
imprevisible contratiempo de una felicidad idílica podrá destruirla.
Y eso que pasa
entre la gente, ¿podría pasar también entre las naciones, los pueblos o las
regiones de una misma nación?
Puede pasar y,
de hecho pasa.
Como prueba,
el caso de Cataluña.
De vez en
cuando, si la parte sádica de la pareja descuida la atención que merece la
parte masoquista, reverdece la crisis que requiere el tratamiento habitual:
unas cachetadas sonoras, unos azotes con un buen vergajo y vuelta al catre,
hasta que el cuerpo de la parte masoquista de la pareja le demande a la parte
sádica una atención conveniente.
¿Una atención
conveniente? ¿Eso qué es?
Que se quite
el cinto y le de unos vergajazos.
Sádica España/Cataluña
Masoquista.
Complementariedad
Inseparable.
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