En tiempos en
los que ni se podía soñar que el teléfono móvil sería el más fiel custodio de
los secretos de su dueño, hubo quien dijo que el hombre había venido al mundo
para alabar, reverenciar a Dios y, mediante eso, salvar su alma.
Ahora las
cosas se han complicado.
El hombre ha
nacido y vive para votar al que, después de haberlo votado, descubrirá que es
lo contrario de lo que pensaba que sería: más falso que una moneda de madera y
con mayor capacidad que un zapato estrecho para martirizar al que confiaba en
que fuera tan suave como un guante de cabritilla.
Si alguien
espera que culpe a las elecciones y a la democracia de los males humanos, está
equivocado: cuando la humanidad se reducía a Adán y Lilith, la exigencia de la
segunda al primero de que, puesto que ambos eran iguales, no siempre tendría
que ser el hombre el que montara a la hembra, causó el primer conflicto.
El follón
consecuente obligó a Dios a rectificar y, para reemplazar a Lilith que se fue a
vivir la vida birlonga con los descendientes de los ángeles caídos, le dio un
tranquilizante a Adán para, mientras estaba dormido, quitarle una costilla que
posteriormente recubrió para transformarla en la que sería Eva.
¿Y que pasó?
Pues que,
hasta que miles y miles de años después se fundó la LGTBIQ+ (Lesbianas, Gays,Trans, Bisexual,
Intersexual, Queer, CIS,Asexual y Pansexual), las relaciones entre la
pluridiversidad humana no se han aclarado.
Por fin
establecidas las reglas y los reglamentos que deben arbitrar las relaciones
entre toda la variedad de humanos, se vaticina un futuro estable y dichoso.
Tiempo que
debería aprovecharse para proponer soluciones a los inminentes conflictos que ya
originan la interrelación de todas las variedades de la raza humana con robots, máquinas, ordenadores y animales
domésticos de todas las variedades, incluyendo los alimentados por baterías
eléctricas o los que operen por conexión inalámbrica con el caprichoso cerebro de sus
dueños.
Para no
pretender remediarlo tarde, mejor resolver el problema cuando todavía no lo
sea.YA.
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