lunes, 8 de abril de 2019

CONVIENE VOTAR AL QUE GANE


Desde que el radiante cielo de España se ensombreció al morir el Caudillo, la ominosa preocupación politica ha desplazado en la conversación de los españoles a la entretenida discrepancia de los aficionados al futbol o  los toros, Marisol o Joselito, el ruiseñor por antonomasia.
Hay quien dice que ese cambio evidencia un canje de lo malo a lo bueno, de la evanescente fantasía a la tangible realidad.
En definitiva, que hasta que se murió el añorado Caudillo (prueba de que se le echa de menos es que no deja de hablarse de Franco) la gente hablaba de la muerte, juicio, infierno y gloria.
Del presente no merecía la pena preocuparse porque de eso se encargaba el Caudillo, que conocía y resolvía todas las necesidades generales y particulares de los españoles.
En éstos tiempos en los que se la gente se sigue preocupando de lo que siempre se ha preocupado (comer, dormir, defenderse de los demás, fastidiar a los demás, parecer lo que uno no es y ocultar lo que cada uno es) la gente también habla de la postrimería, no de las postrimerías en plural.
Porque no hay preocupaciones futuras sino la gran preocupación que engloba todas las ansias: ¿qué partido ganará las elecciones de Abril?
Lo mismo que el balance que se establezca después de su muerte determina si el difunto va al cielo o al infierno, el triunfo o el fracaso del partido político por el que haya votado determinará el bienestar o la miseria del votante en los cuatro años siguientes.
Por eso no es tan importante el partido político por el que se vote en Abril como evitar que se sepa a qué partido favoreciste hasta que proclames que votaste al partido ganador.
Lo que te permitirá atribuirte la victoria y reclamar parte del mérito.
Y, sobre todo, que no puedan decirte lo que le decían los antiguos al que perdía en una disputa: “vae victis”, que mas o menos quiere decir; “como la cagues y pierdas las vas a pasar canutas…”

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