A los observadores, que son esos individuos que miran sin parpadear lo
que pasa, y reaccionan moviendo la cabeza de derecha a izquierda o de izquierda
a derecha, les va a dar tortícolis.
Y es que la festejada transición cada vez parece más una transacción maquinada
para cambiar el bonete del cura pero manteniéndole su hipócrita superioridad
moral y su manía moralizadora de los demás.
El sistema, si acaso, se ha perfeccionado: los curas de antes
señalaban como enemigo al que no creía lo que ellos predicaban.
Ahora, fragmentada la fe en tantos ídolos como partidos haya, es
enemigo todo el que no acepte la bondad y preeminencia de su propio partido.
--Pero eso no es democracia…
--Eso, precisamente es la democracia: dice que somos iguales, a
sabiendas de que todos somos diferentes unos de otros.
--Entonces, ¿qué va a pasar?
--Lo que lleva pasando unos cuantos de millones de años: que el que
puede se come la mejor tajada del buey muerto y, por orden de fuerza, poder e
ingenio, los demás tendrán que conformarse con las sobras que a los más
fuertes, ingeniosos y poderosos les
hayan quedado--.
--Y, ¿habrá sobras parta todos?
--Si no las hubiera o hubiese, tendríamos que trabajar más y gastar
menos.
--O pedir prestado…
--En esas estamos.
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