En estos tiempos de promiscuidad conseguida, no había visto un
caso semejante al que estos ojos cansados de tanto ver han presenciado.
Permítanme que les cuente lo que no solo mis ojos presenciaron,
sino tambien lo que mis orejas han oído, plantado en mi cómodo sillón frente a
la pantalla panorámica de mi televisión.
--¿Qué ha visto, qué ha visto?
Pues que los de Vox tienen un problema mayor, del que se
derivan multitud de contratiempos menores:
Su líder, Santiago Abascal, que en estos tiempos en los que la
imagen y el verbo anteceden a las ideas que se prediquen, carece del nervio
oratorio y de la prestancia física exigibles ahora, cuando importa más la
imagen y el tono de voz de quien habla que lo que diga.
Entonces, ¿si lo que digan los políticos no importa, por qué no
paran de hablar?
--Es la vieja técnica que los sacamuelas empleaban. No dejaban
de hablar para que los pacientes se descuidaran y olvidaran la carnicería que
le iban a hacer.
La politica, siempre y mucho más en estos tiempos de la imagen
y el sonido, tiene por objetivo ganar voluntades ajenas y es más fácil hacerlo
conectando emociones que sintonizando ideas.
--Y, entonces, ¿por qué un mamarracho como Pablo Iglesias mueve
a la chusma?
--Es la estética de lo feo que analizó Carlos Bousoño y explica
las emociones que desencadena un cantinflas desaliñado frente a sus enemigos,
todos ellos apuestos y con sus esqueletos embutidos en trajes hechos a medida.
¿Debe entonces Abascal dar paso a otro dirigente para que Vox
prospere?
--O hacerse la cirugía estética y buscar un asesor de imagen
que adecue su indumentaria a la adustez de su figura.
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