“En el mar proceloso de la vida …” rezaban los versos que el Padre
Coloma incluyó en su novela Pequeñeces y que, desde que los leí en mi
preadolescencia, no he querido ni he podido olvidar.
¿Y eso de proceloso , qué es?
Pues es un término que en meteorología se aplica a aguas tan agitadas
que al menor descuido te ahogas y, ya muerto, tu cadáver se hunde en las
profundidades abisales.
En definitiva, que cuando las
procelosas aguas liquidas del mar o las trapaceras de la política se
agiten como lo están en España desde que se murió el que creíamos inmortal, más nos valdría a
los incautos salir de naja.
Y, ¿por qué es así?
--Pues mire usted, porque unos tunantes vieron que les había llegado la
ocasión de mandar cuando se murió el que mandaba y engatusaron a los incautos
incitándolos a que copiáramos a los extranjeros, desorganizáramos lo que había
y organizáramos lo que iba a haber.
Y pasó lo que pasó.
Que eso de la democracia funcionaba mejor o peor en los paises en los
que la gente llevaba siglos acostumbrados a que cada uno era responsable de la salvación de su propia
alma mientras que a los españoles les dijeron que para salvar su alma no tenían
que hacer nada más que obedecer a la iglesia.
--¿Me dice usted que la
democracia sirve para gente que se responsabiliza de conseguir por si mismos lo
que quiere?
Y que los españoles están entrenados para obedecer: al Papa para salvar
su alma y al gobierno para que le de trabajo, casa y papas fritas.
¿Y si obedecen al Papa para unas cosas y al gobierno que mande para
otras?
Eso se llama España y a sus
habitantes españoles.
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