Aquí estamos la gente de un país con más historias que un
TBO impacientes por oír lo que tengan a bien decirnos de palabra pero con la
sutil amenaza subyacente de que, como no les hagamos caso, nos vamos a enterar.
Antes de que
llegaran a tanto atrevimiento como aconsejar a quienes no les hemos pedido
consejo, eran personas normales.
Lo que quiere
decir que empezaron obedeciendo a muchos y, poco a poco, se atrevieron a pedirles
que los obedezcan a ellos.
--Oiga, que lo
políticos del gobierno no te ponen una navaja en el pecho.
--Peor, te meten mano en el pecho por debajo de la chaqueta
y se quedan con la cartera que encuentran en el rebusco.
Hay quien dice
que eso es verdad pero tan exagerada que cuesta trabajo creerla y que siempre
ha sido así.
Y traen como
ejemplo los tiempos de un tal Franco, que para unos era queso manchego y para
otros caca de la vaca.
--In variatio
delectat.
--Sí señor, en la
variedad está el gusto pero, si tienes papas fritas con huevo, ¿para qué probar
otra cosa?
-- Dio usted de
lleno en la diana. ¿Por qué, cuando se acaben los noventa minutos de juego de
un buen partido, no se prorroga indefinidamente su duración?
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